traductor

viernes, 20 de mayo de 2011

ruben dario

 Rubén Darío

Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío, Poeta, periodista y diplomático.Considerado por muchos eruditos como el Príncipe de las letras castellanas. Es el más sobresaliente de los poetas nicaragüenses.
Nació en Metapa, hoy Ciudad Darío, en Matagalpa, Nicaragua el 18 de enero de 1867.
Hijo de padres separados (Manuel Dario y Josefa Sarmiento),Rubén era considero de León donde se crió con su abuela y en donde pasó su niñez. A la edad de 14 años su abuela lo llevó a Managua, donde pronto se le conoció como erudito, escritor, y artista prodigio, que poseía una superdotada memoria, gozaba de una creatividad y retentiva genial.
Era sólo un adolescente cuando ya leía a los poetas franceses, y era invitado a recitar poesía.A la edad de doce años, publicó sus primeros poemas "La Fé", "Una Lagrima" y "El Desengaño".
Como diplomático, viajó por Europa y América en calidad de cónsul y embajador de su país. Permaneció largas temporadas en Buenos Aires, París y Palma de Mallorca.
Trabajó en la Biblioteca Nacional de Managua; donde estudió las nuevas corrientes poéticas europeas. Llegó a Santiago de Chile en 1886, lugar donde consolidó su cultura literaria.
En 1887 publicó tres libros de poemas "Abrojos", "Canto épico a las glorias de Chile" y "Rimas". Al año siguiente, saldría a la luz "Azul...". Todas estas obras, sentarían las bases del modernismo y llamarían la atención de todas las críticas, especialmente del escritor español Juan Valera y del uruguayo José Enrique Rodó.
Regresó a Nicaragua y se casó en 1891 con Rafaela Contreras, quien moriría 2 años más tarde después de tener su primer hijo.
En 1892 representó a Nicaragua en los actos de conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América. Luego se desplazó por los Estados Unidos de Norte América, Chile, y Francia acabando en la Argentina.
En Buenos Aires, trabajó para el periódico "La Nación" y en calidad de corresponsal de ese medio; se desplazó a Europa en 1898 viviendo entre París y Madrid, ciudad en la que conoció en 1900 a Francisca Sánchez, que sería su compañera hasta el final de sus días. Con ella tuvo un hijo en 1907 que nació en París.
En este período tuvo ocasión de frecuentar a los componentes de la generación del 98 de escritores españoles: Unamuno, Valle-Inclán, Machado, Azorín, Baroja, Juan Ramón Jiménez y otros.
Reconocido ya como poeta fue nombrado embajador de Nicaragua en España en 1907.
En 1913, se refugió en Palma de Mallorca en medio de una gran crisis religiosa y mística hasta que en 1915 regresó a Nicaragua, ya muy deteriorado por el alcohol y la enfermedad, murió 6 de febrero de 1916.Está enterrado en la Catedral de León.
A Rúben Dario se le reconoce como jefe de filas del movimiento modernista, y Padre del modernismo por sus contemporáneos los más prestigiosos escritores de España e Ibero América.
Sus primeros poemas son una mezcla de romanticismo y tradicionalismo. Era admirador de Bécquer al que dedicó su libro "Rimas" y Víctor Hugo.
Con su obra Azul fue considerado como el iniciador de una nueva época en la poesía de la lengua española. Sin su influencia, quedaría aún inexplicada e incompleta la historia de la literatura en la lengua castellana.
El contacto con los poetas parnasianos y simbolistas transformó su concepción poética en una expresión más universal. Esta poesía se empeñaba en revelar la vida cotidiana mediante la literatura, con la utilización de figuras retóricas y símbolos.Una muestra de ello es "Prosas profanas" (1896 y 1901), donde abunda en simbolismos y en imágenes exóticas, mezcla el amor y el arte, haciendo que este último esté por encima del primero.
Dario Alcanza su madurez lírica con "Cantos de vida y esperanza", "El canto errante" y "Prosas profanas" . La abundancia de elementos decorativos y resonancias musicales hacen que su poesía sea refinada y elevada y que muestre muy acertadamente los gustos y sentimientos de su época.
Darío tuvo también una faceta de poeta social y cívico. Compuso poemas para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos. En "El canto errante" y "A Roosevelt", hay una exposición del descubrimiento y conquista de América y una critica al materialismo de los anglosajones.
En 1896, durante su estancia en Buenos Aires, publicó una colección de artículos llamada "Los raros", dedicada a personajes literarios como José Martí, Ibsen y Poe, a quienes consideraba próximos en la renovación literaria que llevaba a cabo.
En prosa destaca "Peregrinaciones" (1901) diario personal e histórico basado en las experiencias de sus viajes y estancias en países extranjeros.
Rubén Darío, hito de la literatura en la lengua española, favoreció el encuentro entre la literatura en español de ambos lados del Atlántico. Junto a Gustavo Adolfo Bécquer inició la recuperación de la poesía española que acabaría en la generación del 27 y daría figuras como Juan Ramón Jiménez.



obras

Que el amor no admite cuerdas reflexiones
Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.
No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.
Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.
Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.


Acuarela

Primavera. Ya las azucenas floridas y llenas de miel han abierto sus cálices pálidos bajo el oro del sol. Ya los gorriones tornasolados, esos amantes acariciadores, adulan a las rosas frescas, esas opulentas y purpuradas emperatrices; ya el jasmín, flor sencilla, tachona los tupidos ramajes, como una blanca estrella sobre un cielo verde. Ya las damas elegantes visten sus trajes claros, dando al olvido las pieles y los abrigos invernales. Y mientras el sol se pone, sonrosando las nieves con una claridad suave, junto a los árboles de la Alameda que lucen sus cumbres resplandecientes en un polvo de luz, su esbeltez solemne y sus hojas nuevas, bulle un enjambre ajeno a ruido de música, de cuchicheos vagos y de palabras fugaces.
He aquí el cuadro. En primer término está la negrura de los coches que explende y quiebra los últimos reflejos solares, los caballos orgullosos con el brillo de sus arneces, y con sus cuellos estirados e inmóviles de brutos heráldicos; los cocheros taciturnos, en su quietud de indiferentes, luciendo sobre las largas libreas los botones metálicos flamantes; y en el fondo de los carruajes, reclinadas como odaliscas, erguidas como reinas, las mujeres rubias de los ojos soñadores, las que tienen cabelleras negras y rostros pálidos, las rosadas adolescentes que ríen con alegría de pájaro primaveral, bellezas lánguidas, hermosuras audaces, castos lirios albos y tentaciones ardientes.
En esa portezuela está un rostro apareciendo de modo que semeja el de un querubín, por aquélla ha salido una mano enguantada que se dijera de niño, y es de morena tal que llama los corazones, más allá se alcanza a ver un pie de Cenicienta con un zapatito oscuro y media lila, y acullá, gentil con sus gestos de diosa, bella con su color de marfil amapolado, su cuello real y la corona de su cabellera, está la Venus de Milo, no manca, sino con dos brazos, gruesos como los muslos de un querubín de Murillo, y vestida a la última moda de París, con ricas telas de Prá.
Más allá está el oleaje de los que van y vienen: parejas de enamorados, hermanos y hermanas, grupos de caballeritos irreprochables; todo en la confusión de los rostros, de las miradas, de los colorines, de los vestidos, de las capotas: resaltando a veces en el fondo negro y aceitoso de los elegantes dumas, una cara blanca de mujer, un sombrero de paja adornado de colibríes, de cintas o de plumas, y el inflado globo rojo, de goma, que pendiente de un hilo lleva un niño risueño, de medias azules, zapatos charolados y holgado cuello a la marinera.
En el fondo, los palacios elevan al azul la soberbia de sus fachadas, en las que los álamos erguidos rayan columnas hojosas entre el abejeo trémulo y desfalleciente de la tarde fugitiva.


Un soneto a Cervantes

                                                                                A Ricardo Calvo


Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.

Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso y caballero
parla como un arroyo cristalino.
¡Así le admiro y le quiero,

viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!


No hay comentarios:

Publicar un comentario